Clásica ascensión a la elevación natural más prominente de la Patagonia. Una montaña descomunal que marca un antes y un después en la vida de quien la elige.
Siete pasos. Tan sólo siete pasos por ese abominable acarreo para que la osa mayor del gigante pueda inundar de realidad los ojos hambrientos. Miro hacia atrás a mis fieles seguidores. Siete pasos, pienso.
Hace unos cuantos días, viajando por las rutas del norte neuquino, una ampliación de una mágica curva había abierto la puerta de la vista deseada. En mi mente había aparecido la voz de un dulce orador: "-Cuando su silueta electrifica el horizonte, el silencio resplandece en el espacio. Allí estaba, coronado de gloria, tapizado de soledades, en el techo oculto de la Patagonia y en la mismísima residencia del viento. El Volcán Domuyo. El Domo, para los amigos. El templo sagrado de roca, arena, nieve y hielo que se observa desde los valles meridionales de Varvarco, desde el cañadón abismal del Atreuco y desde la inconmensurable línea irregular de la Cordillera de los Andes".
El nombre de Domuyo proviene del mapuche y significa "que tiembla y rezonga". Sin embargo, varias jornadas de trabajo en su reino imponente y desolador tal vez no alcanzan para oír temblores ni rezongos continuos. Lo que sí se logra percibir, en el descubrimiento paulatino, en el paso a paso de huellas y envíos rústicos, es una dosis insalvable de paz y eternidad inmaculada. Hoy se ha comprobado que su denominación geológica de volcán no es la adecuada. Solo pertenece a un macizo cuya ubicación tiene que ver con un entorno volcánico. Está ubicado en un borde de la Cordillera del Viento, al norte de la provincia del Neuquén, en los confines septentrionales de la Patagonia. Dicho macizo no pertenece geológica ni geográficamente a la Cordillera de los Andes y corre con dirección NNO - SSE. Hace millones de años, antes de la formación misma de los Andes, la zona que ahora ocupa el Domuyo estaba cubierta totalmente por mar. De ahí la cantidad de restos fósiles marinos como amonites, trilobites, algas y otros que suelen encontrarse en sus laderas. La roca volcánica y erosionada es el común denominador de todo el terreno y representa un singular inconveniente para atravesar los largos acarreos sin nieve y los escarpados filos expuestos. Nuestro grupo de ascenso y expedición, mixto y a priori heterogéneo por cierto, estaba compuesto por una docena de aventureros que intentaba inmortalizar sus vacaciones esperadas en una novedosa incursión por un mundo desconocido y extremadamente agreste. Nosotros, quienes colaboramos en la capitalización de tales deseos, ultimábamos hasta el último detalle.
Pablo y José expanden la fortaleza de un compañerismo inusual y se motivan con largas frases. Cecilia y Nacho testan la vivienda ilustre de Ciudad Gótica, la baticarpa o, mejor dicho, la carpa con forma de vehículo de batman. El Domo ríe.
"-¿A la cumbre de los soñadores van?" - Se escuchó sorpresivamente de los labios envejecidos de un singular habitante de Varvarco mientras terminábamos de armar las carpas en el camping municipal -. Por un instante volví al recuerdo de mis anteriores ascensiones y me di cuenta que nunca antes había oído semejante calificación hacia el gigante de piedra. Observé atónito y pensativo al hombre y mientras que mi memoria continuó con su proceso lento de rebobinado, le respondí: "-Sí, ¿porqué la llama así?"- Y en una gota de silencio irrepetible, el nuevo descubrimiento de sus dos únicos y frontales dientes que asomaron de su añejada sonrisa, se habían transformado en la última imagen grabada de aquel atardecer varvarquense
Zapala es la ciudad neuquina cabecera por excelencia. Desde ella se puede comenzar un viaje hacia el norte para pasar por las localidades de Chos-Malal, Andacollo, Las Ovejas y finalmente, Varvarco. Para comenzar la caminata por los dominios del Domuyo, hay que llegar hasta lo que se conoce como El Estacionamiento o El Playón, el último lugar para dejar los vehículos. Desde Varvarco hay que continuar por la ruta que se dirige hacia el norte y hacia Aguas Calientes. Se transita por el amplio valle entre el Arroyo Covunco y el Río Neuquén superior para desembocar en un lugar que acapara toda la atención, el Cajón del Atreuco. Desde este lugar comienza un sinuoso ascenso bordeando unas formaciones de roca muy llamativas de tipo triangular. Finalmente, a 3 Km. antes de la Villa de Aguas Calientes, se abre un camino hacia la derecha. Este mismo, luego de varias bifurcaciones, lleva al playón mencionado. El trekking ha comenzado.
A escasos metros de haber iniciado la marcha aparece una casa pequeña a la izquierda, de Don Castillo. Si hay alguien, es posible contratar un animal de carga para transportar el equipo al campamento base por poco dinero.
La senda, visible y bien marcada, desciende progresivamente hasta las márgenes del Arroyo Covunco luego de cruzar otro arroyo que baja del oeste. En este lugar existe una gran roca que sirve de puente natural para poder cruzar a la otra orilla, la llamada Roca Gemela, que hoy ya posee un puente. Del lado opuesto, la picada remonta el curso de agua siempre por su margen izquierdo hasta ingresar definitivamente en la montaña. Allí uno se enfrenta a la imagen de la estremecedora cara sur-sudoeste. Se pasa por un pequeño sector de mallines sobre la senda y posteriormente se comienzan a suceder unas llamativas lagunas a un lado y otro del camino. Junto al último espejo de agua, de un color esmeralda intenso y a 3000 msnm, se halla el Campo Base (algunos lo denominan Campo 1).
Amigándonos paso a paso con el entorno, el clima comenzaba a regalarnos una cierta estabilidad y presagiaba un muy buen panorama para las jornadas subsiguientes. La Cordillera del Viento no deja de hacer honor a su nombre tan fácilmente. Existen varias historias de vendavales insostenibles que terminaron y arrasaron con carpas de extrema calidad y enterraron las esperanzas de varias expediciones. Esta vez parecía que la suerte iba a estar de nuestro lado y no estábamos dispuestos a dejar pasar la oportunidad. El Campo Base está ubicado justo antes de que la pendiente cambie notoriamente su desnivel. Hay un pequeño refugio con techo de chapa que puede albergar hasta 4 personas pero sin embargo hace algún tiempo fue aplastado por un gran temporal de nieve. Es recomendable pernoctar en carpas ya que existen en la zona varias paredes de pircas, lo suficientemente bien construidas como para colaborar en la detención de las ráfagas.
Siete imágenes de desconsuelo que recorren una arista interminable. Una cima que no aparece nunca. Despierto ansioso con el sueño a flor de piel. Es el insomnio de los 3750 msnm del campo de altura, pienso, sin convencerme del todo. Me recuesto, suspiro y una vez más, queriendo recuperar la misma escena controvertida, me hundo en aquel mundo onírico desafiante.
A pesar de que el sendero siempre está bien pisado, al salir del campo base el terreno cambia drásticamente. La subida es cada vez más notable y las piernas comienzan a sentir el verdadero trajín de la montaña. Primero se asciende a una especie de plataforma larga y después se faldea una extensa ladera pedregosa del filo donde se hallan algunos campamentos de altura. Un último y zigzagueante tramo culmina sobre el filo. Existe otro sector de campamentos denominado De Los Hoyos, un poco más abajo y hacia el oeste, que usan algunas expediciones. El último lugar con pircas para armar la carpa, casi a 4000 msnm, se lo llama La Montura pero en realidad ella comienza mucho antes de los 3750 msnm, donde nosotros establecimos el campo de altura, el más reparado de la zona. En este sitio el viento puede jugar a lo que se le plazca cuando está enfurecido. Los torrentes de aire pueden voltear cualquier tienda, para comprobarlo solo es cuestión de someterse por un instante al sector de sanitarios del otro lado del filo, a donde también se obtienen unas vistas increibles del atardecer. Armamos las cinco carpas por dentro de las cuatro pircas que existen en el sector y continuamos con el sistema de hidratación para esperar al gran día, el de la ascensión. El crepúsculo ya le daba optimismo al panorama futuro. Nos hallábamos fuera de las carpas, imaginando la realización de un sueño más y disfrutando de una de las vistas más conmovedoras, esas que erizan la piel: el sol escapando por detrás de los picos limítrofes y enrojeciendo el oscuro glaciar, la luna anticipando su majestuosa aparición y decorando el infinito vertical.
Daniel y el otro Pablo electrifican un instante de la ascensión y desparraman sacrificio contagioso al elevar sus figuras sin pausa alguna por el extenuante pedrero bajo la Montura. Mónica y Eugenia imploran y veneran a todos los santos por la estabilidad de la frágil carpa que las alberga y trasladan sus sombras hacia las laderas superiores del gigante. Esteban y quien escribe interrumpen el sueño a las 5 am, entrecruzan borrosas miradas y se disponen enérgicamente al servicio de la comunidad para encender calentadores en la negrura espesa de 10 grados bajo cero. El Domo ríe ...
Siete de los doce ya respiran aire cumbrero. Los cinco compañeros restantes descansan plácidamente en el campamento de altura aguardando por el regreso de aquellos. Sin embargo ellos, los que reposan emocionadamente en la cima, sienten, disfrutan y comparten el sublime momento con sus pares. La gloria es de todos.
Imaginar la jornada definitiva de una expedición de montaña con la temperatura y las condiciones climáticas ideales es quizás una de las escenas más vistas en las previas ilusiones y deseos de andinistas y exploradores. Ese día, el de nuestro ataque a cumbre, junto con todos los días anteriores, pertenecía a uno de esos capítulos tan cotizados.
El sendero continúa remontando La Montura hasta alcanzar el campamento de 4000 m.s.n.m. Allí la huella gira un tanto hacia la izquierda y remonta en travesía el último tramo hasta el Portezuelo del Viento, que se halla a unos 4100 m.s.n.m. En el portezuelo la vista resulta avasallante. Se puede observar el gigantesco Glaciar Chalileo que derrite sus hielos desde la cumbre hacia el lejano Este, también casi todo el camino transitado y prácticamente todo el camino a seguir. Allí también se encuentra la plaqueta de uno de los dos jóvenes fallecidos en el verano de 2004 en ese mismo lugar por factores hasta el día de hoy aún desconocidos.
El rumbo a seguir es ahora por un nevero de considerable pendiente que matiza fragmentos de hielo con penitentes y que, en épocas de escasa nieve, resulta muy complicado de atravesar. Antes de continuar nos despedimos de nuestros compañeros que habían tomado la correcta decisión de descender guiados al campamento por uno de nosotros. Nos ajustamos grampones, colocamos lentes y, piqueta en mano, comenzamos el último y extenso ascenso hasta la cresta cimera.
El desnivel es considerable en casi todo el trayecto aunque en condiciones de nieve dura y hielo la marcha se hace mucho más liviana y llevadera. El paisaje allí arriba siempre regala imponencia sin límites. La Cordillera de los Andes, esa obra soberbia de la naturaleza, esa línea impenetrable de procesos geológicos, resplandece e interpreta lo mejor de su repertorio visual. Hacia el oeste, la línea de volcanes a la distancia invaden la panorámica: Cayaqui, Copahue, Llaima, Tromen, Lonquimay... Hacia el norte, la extensa Payunia, el reservorio de volcanes más grande del mundo, ya en Mendoza. Hacia el este, la estepa de los horizontes interminables y la Patagonia árida en todo su esplendor.
Valeria, la ilustre protagonista del esfuerzo intensivo, descansa, se hidrata, sonríe y vuelve a la carga para tomar su privilegiado puesto en la vanguardia y no perderle pisada al guía. Kesha, el gran oportunista de nacionalidad rusa, frena, levanta su mirada, toma aire e inunda el espacio con una frase que pasa sin escalas a la inmortalidad: “Estoy al límite...el agua por favor Esteban!". El Domo ya estalla en carcajadas...
Siete momentos perennes en siete días de amor domuyesco. Siete pasos que ya se han dado. Ahora la podemos ver, como nunca antes. Desde la ansiada pre-cumbre y a tan solo 15 minutos de feliz caminata. La cima de 4709 m.s.n.m. La cumbre de los soñadores. ¿Acaso porque crea imágenes que alimentan ilusiones inalcanzables? ¿Tal vez porque fortalece el insomnio en sus pedregosos filos inferiores? ¿O porque simplemente es el mágico techo de la célebre Patagonia al que todos sueñan algún día llegar? Rememorando la frase del anciano hombre en aquella imborrable tarde de Varvarco, allí por el mismísimo génesis de la ascensión, me terminé convenciendo que de una forma u otra, toda descripción asociada al colosal volcán patagónico siempre obtendrá un carácter de ensoñación acumulada. Porque cuando la cruz que corona la cumbre hace su gloriosa aparición y cuando los agonizantes pasos se detienen en el último suspiro de tierra elevable, el sentimiento estalla y desborda sobre un manto de naturaleza inolvidable.
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